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La vocación sacerdotal, imprescindible en la Iglesia, puesto que Jesús la quiso sacramental, lo cual exige la acción del sacerdote, implica una llamada del Señor, una aceptación de la Iglesia y un compromiso con la disciplina de cada lugar y en cada momento.
Como vocación ministerial no está orientada por sí misma a suscitar la perfección personal, aunque ella deba ser una aspiración necesaria para ejercer mejor el ministerio.
Tampoco es equivalente, aunque sea parecida, a la vocación religiosa, que implica una tendencia a vivir el Evangelio con radicalidad, según la diversidad de los estados, institutos o ministerios que en la Iglesia se han ido presentando: contemplación, adoración misiones, catequesis, educación, atención de enfermos, huérfanos o ancianos, etc. La vocación sacerdotal es otra cosa. Es un ministerio a la comunidad en dependencia a la jerarquía.
Quien se sienta llamado debe discernir la sinceridad y transparencia de la llamada en su integridad. En la Iglesia latina no se puede tener "vocación" al ministerio sacerdotal y al mismo tiempo al matrimonio, por cuanto la Iglesia, y así lo interpreta la jerarquía, reclama el celibato para el ministerio. Sin embargo en la Iglesia católica oriental puede darse la doble vocación, matrimonial y sacerdotal, ya que la disciplina (jerarquía, tradición, comunidad) lo admitieron y lo admiten.
Del mismo modo se puede decir que no es compatible la vocación sacerdotal auténtica y al mismo tiempo la vocación a un instituto laical que por carisma propio renuncia al sacerdocio. O no se puede tener vocación sacerdotal y al mismo tiempo vocación médica, bancaria o militar, a no ser que esa segunda faceta sea un instrumento para el servicio o ministerio sacerdotal.
Por eso es importante en la educación cristiana dejar claro ante los catequizando el sentido ministerial del sacerdocio, invitar a los niños y jóvenes a seguir el camino del sacerdocio, fomentar la discernimiento con una clara presentación de las exigencias y de las circunstancias que definen lo que es el sacerdocio. (Ver Vocación 3.2.1)
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